Genética y Ciencia
Tatuajes, cáncer y susceptibilidad genética
Martes, 29 de julio de 2025, a las 12:34
César Paz-y-Miño. Investigador en Genética y Genómica Médica. Universidad UTE.
La creciente popularidad de los tatuajes en las últimas décadas ha ido acompañada de un aumento en la preocupación médica y científica por sus posibles efectos adversos a largo plazo. Aunque la mayoría de los estudios aún no han demostrado asociaciones concluyentes entre los tatuajes y el cáncer, los datos emergentes comienzan a arrojar indicios que no pueden ser ignorados, particularmente en relación con ciertos tipos de cáncer cutáneo y hematológico. Además, el avance de la genómica permite ahora indagar si algunas personas podrían presentar mayor susceptibilidad genética a los efectos adversos de los compuestos presentes en las tintas.
Evidencias epidemiológicas
Diversos estudios epidemiológicos han abordado esta cuestión desde distintos enfoques, empleando cohortes gemelares o modelos de casos y controles. En Dinamarca, una cohorte de 2.367 gemelos mostró un aumento significativo del riesgo de cáncer de piel en individuos con tatuajes que cubrían áreas mayores que la palma de la mano (HR: 2,37; IC 95%: 1,11–5,06), así como un riesgo aún mayor para linfomas en ese mismo grupo (HR: 2,73; IC 95%: 1,33–5,60). Estos datos sugieren una posible correlación entre la extensión del tatuaje y el desarrollo de neoplasias, aunque no se puede descartar confusión por otros factores ambientales o inmunológicos.
En Suecia, un análisis de 1.398 casos y 4.193 controles encontró una posible asociación entre tatuajes y linfoma difuso de células B grandes (IRR: 1,30; IC 95%: 0,99–1,71), aunque los resultados no alcanzaron significancia estadística. Similar tendencia se observó en Canadá y New Hampshire, especialmente en relación con el carcinoma basocelular (CBC) en zonas tatuadas con fines cosméticos (OR: 1,8; IC 95%: 1,0–3,2), lo que abre la posibilidad de efectos locales crónicos en la piel expuesta repetidamente a pigmentos.
Los estudios más recientes, como Tattoo inK en Alemania (con 18.000 individuos tatuados y 160.000 controles), o el francés Constances, son prometedores por su magnitud y seguimiento a largo plazo, pero los resultados definitivos aún están pendientes. Dado el tiempo de latencia de algunos cánceres, se estima que serán necesarias varias décadas para detectar con claridad los posibles efectos carcinogénicos.
Tintas: Carcinógenos potenciales y acumulación linfática
Una de las preocupaciones más relevantes es la composición química de las tintas de tatuaje, muchas de las cuales contienen metales pesados (como cadmio, mercurio, plomo) y compuestos aromáticos policíclicos. Algunos pigmentos se descomponen al ser expuestos a la luz solar o al láser de remoción, generando fragmentos tóxicos que migran al sistema linfático. De hecho, estudios histopatológicos han demostrado acumulación de pigmentos en los ganglios linfáticos, lo que podría generar una estimulación inmunitaria crónica o incluso mutagénesis en células inmunes expuestas repetidamente.
Esta migración y acumulación podrían explicar la correlación entre tatuajes extensos y el aumento observado en linfomas. Sin embargo, aún no se ha dilucidado si la tinta actúa como cofactor carcinogénico directo o si potencia procesos inflamatorios que ya se encuentran en marcha en sujetos predispuestos.
Factores genéticos a considerar
Hasta ahora, los estudios genéticos sobre tatuajes y cáncer son escasos. No obstante, podemos inferir que las variantes genéticas que afectan la detoxificación hepática (como en los genes del citocromo P450: CYP1A1, CYP2E1, GSTT1, GSTM1), podrían jugar un papel importante en la susceptibilidad individual a los efectos tóxicos de los compuestos presentes en las tintas. Asimismo, variantes en genes reguladores de la respuesta inmunitaria (como TNF, IL6, IL10) podrían modular el grado de inflamación crónica local y sistémica, un mecanismo ya implicado en la génesis de linfomas y otros cánceres.
También se ha sugerido que polimorfismos en genes reparadores del ADN, como XRCC1, OGG1 o TP53, podrían condicionar la capacidad celular para corregir el daño genético inducido por radicales libres generados por pigmentos descompuestos. En modelos animales y en estudios in vitro con cultivos de queratinocitos humanos, se han identificado alteraciones genéticas en presencia de ciertas tintas negras, las cuales contienen negro de carbón (carbon black), clasificado como posible carcinógeno por la IARC.
Riesgos acumulativos y limitaciones de la eliminación
Un punto esencial en el consejo médico es que, a diferencia de hábitos como fumar o beber, los tatuajes no pueden ser revertidos fácilmente. La eliminación con láser fragmenta los pigmentos, pero no los destruye, y su posterior drenaje linfático puede aumentar la exposición interna. Técnicas más agresivas como la escisión quirúrgica o la dermoabrasión conllevan riesgo de cicatrices y no garantizan una limpieza completa de los compuestos químicos.
Desde el punto de vista clínico, entonces, no se trata solo de una cuestión estética. El asesoramiento médico debe incluir una advertencia basada en el principio de precaución, especialmente en personas con antecedentes familiares de cáncer, inmunodepresión, o con exposiciones laborales a otras toxinas.
Tatuajes con decisiones informadas
La creciente evidencia sugiere que los tatuajes, especialmente los extensos y expuestos al sol, podrían estar asociados con un riesgo aumentado de ciertos tipos de cáncer, en especial los cutáneos y linfomas. Aunque los datos actuales no permiten establecer una relación causal definitiva, la sospecha razonable obliga a mantener una vigilancia epidemiológica y molecular sostenida, así como promover estudios genéticos para identificar subpoblaciones vulnerables.
El mensaje más prudente es que, mientras la ciencia continúa acumulando datos, los tatuajes deben considerarse un factor de riesgo potencial más en el complejo entramado de la carcinogénesis, particularmente en individuos genéticamente predispuestos. El arte en la piel, como toda forma de modificación corporal, no está exento de costos biológicos invisibles.
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