César Paz-y-Miño. Investigador en Genética y Genómica Médica, Universidad UTE.
A cinco años de la publicación de la Recomendación sobre Ciencia Abierta por parte de la UNESCO (2021), la idea de abrir el conocimiento ha dejado de ser una aspiración marginal para convertirse en una exigencia política, ética y estructural para la comunidad científica global. En 2025, la ciencia abierta se presenta como un paradigma emergente pero consolidado, que redefine profundamente las formas de investigar, comunicar, evaluar y compartir el conocimiento científico. No se trata únicamente de acceso abierto a publicaciones o datos, sino de una transformación integral de la ecología del conocimiento contemporáneo.
Este cambio responde a tensiones acumuladas durante décadas: la privatización del conocimiento financiado públicamente, la exclusión sistemática de comunidades epistémicamente marginadas, las limitaciones de la evaluación científica basada en métricas cerradas y, sobre todo, la creciente distancia entre ciencia y sociedad. La ciencia abierta, en su formulación contemporánea, no pretende solo abrir datos o artículos, sino
abrir procesos, lenguajes, saberes y estructuras. Su meta no es solo la transparencia, sino también la
equidad epistémica y la justicia cognitiva.
Un marco en expansión global
En el contexto de 2025, la ciencia abierta se encuentra respaldada por una arquitectura normativa y política robusta. Además del documento fundacional de la UNESCO, se han desarrollado acuerdos multilaterales como el
Plan S+, que establece obligaciones estrictas de acceso abierto para toda investigación financiada con fondos públicos en Europa, África y América Latina, así como la
Iniciativa Global FAIR Implementation, que regula estándares internacionales de interoperabilidad y gobernanza ética de los datos científicos.
Estos marcos han sido adoptados por consorcios editoriales, agencias de financiamiento, universidades y gobiernos nacionales. La ciencia abierta se configura así como una
política pública internacionalizada, con consecuencias directas en los modos de producción científica, los sistemas de incentivos académicos, la infraestructura digital y los mecanismos de evaluación. Propuestas que se extienden a la Inteligencia Artificial, su uso y beneficios.
Funciones y beneficios: más allá del acceso
La apertura del conocimiento ha demostrado beneficios concretos:
mejora la calidad científica al favorecer la validación y replicabilidad de los resultados;
acelera la innovación al permitir la reutilización de datos y metodologías;
democratiza el conocimiento al eliminar barreras económicas o institucionales; y
restaura la confianza pública en la ciencia, en un momento donde la desinformación prolifera.
No obstante, reducir la ciencia abierta a una lógica de eficiencia o productividad sería limitar su potencial político. Su función más profunda es
repolitizar el conocimiento, cuestionar su monopolización por parte de corporaciones editoriales y reinsertar la ciencia en el tejido social, como herramienta al servicio de los derechos humanos, el bienestar común y la sostenibilidad del planeta.
Obstáculos persistentes y contradicciones emergentes
El avance de la ciencia abierta no ha estado exento de contradicciones. En muchos países del Sur Global, incluido Ecuador, el discurso político no siempre se traduce en implementación efectiva. La ausencia de infraestructura digital adecuada, la escasa formación en gestión de datos, y la falta de financiamiento sostenido limitan seriamente la operatividad de las políticas de apertura. A esto se suma una cultura académica que sigue privilegiando la publicación en revistas de alto factor de impacto, aunque estén cerradas al público, y que castiga los esfuerzos por vincular ciencia con comunidad.
Además, el riesgo de un
nuevo colonialismo de datos es real: grandes plataformas internacionales recogen y reutilizan datos de países periféricos sin mecanismos efectivos de reciprocidad o redistribución de beneficios. La apertura, si no está acompañada de gobernanza inclusiva, puede reproducir las mismas asimetrías que pretende resolver.
Los países en desarrollo y de economías débiles
Para los países con economías en desarrollo, la ciencia abierta representa una oportunidad estratégica para
reducir la brecha del conocimiento, fortalecer la soberanía científica y fomentar la innovación local con recursos limitados. Al eliminar barreras de acceso a publicaciones, datos y herramientas, se facilita la formación de investigadores, la participación en redes globales y la adaptación de soluciones científicas a contextos locales. Además, promueve la visibilidad de la producción académica regional y el reconocimiento de saberes tradicionales, permitiendo que estos países
dejen de ser meros receptores de conocimiento y se conviertan en actores activos en su generación, aplicación y difusión.
La ciencia abierta permite a los países en desarrollo acceder y contribuir al conocimiento global, fortaleciendo su soberanía científica. Al integrarse con la inteligencia artificial, impulsa soluciones éticas y adaptadas a contextos locales. En última instancia, la ciencia abierta potencia el desarrollo sostenible y equitativo al democratizar el acceso a uno de los recursos más valiosos del siglo XXI: el conocimiento.
El caso ecuatoriano: entre la promesa y el desafío
En Ecuador, los últimos años han mostrado avances importantes. La actualización del Repositorio Nacional RENAREC, la creación de políticas de datos abiertos en universidades públicas, la adhesión al Plan S+ como país asociado, y la formulación de una
Política Nacional de Ciencia Abierta 2023–2028 son hitos que revelan una voluntad institucional de alinearse con estándares internacionales.
Sin embargo, este marco aún requiere ser territorializado: conectar ciencia abierta con las realidades sociotécnicas del país, articularla con los saberes ancestrales y comunitarios, y garantizar que no se transforme en una exigencia tecnocrática más, sino en una
herramienta de descolonización epistémica y fortalecimiento de la soberanía científica.
Una ciencia abierta ecuatoriana debería ser multilingüe, interconectada, centrada en la justicia ambiental y orientada a resolver problemas locales con impacto global. Debe, además, fomentar el reconocimiento de los aportes de las comunidades indígenas, afrodescendientes y rurales como productores legítimos de conocimiento.
Ciencia abierta como horizonte político
En última instancia, la ciencia abierta no puede ser entendida como una herramienta neutral o meramente instrumental. Es una
opción política, humanista y equitativa. Implica reconocer que el conocimiento es un bien común, que la ciencia tiene una función social, y que su apertura no solo es deseable, sino urgente frente a las crisis que atravesamos como humanidad: pandemias, cambio climático, pérdida de biodiversidad, exclusión digital, guerras informativas y polarización.
En 2025, la pregunta ya no es si debemos abrir la ciencia. La verdadera cuestión es
cómo hacerlo de forma justa, crítica, inclusiva y sostenible. Y para ello, se requiere no solo infraestructura, sino también una
ética del compartir, una pedagogía del diálogo y una política del cuidado. Abrir la ciencia es, en esencia,
abrir el futuro.
Postulados principales y beneficios clave de la ciencia abierta
Postulados principales de la ciencia abierta |
Beneficios clave |
Acceso abierto a publicaciones científicas |
Democratiza el conocimiento y reduce barreras económicas |
Datos abiertos y principios FAIR |
Facilita la reutilización, interoperabilidad y transparencia de los datos |
Revisión por pares transparente |
Fortalece la confianza pública y mejora la calidad científica |
Infraestructuras científicas abiertas |
Garantiza sostenibilidad y control público del conocimiento |
Participación ciudadana en la ciencia |
Involucra comunidades y mejora la relevancia social de la ciencia |
Educación abierta y multilingüe |
Permite la formación libre y equitativa de capacidades científicas |
Reconocimiento de saberes diversos y justicia epistémica |
Promueve la inclusión de conocimientos indígenas, rurales y comunitarios |