Edición Médica

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Ecuador | Colombia
Mi Punto de Vista
Dolor Viral vs Moral


Jueves, 02 de abril de 2020, a las 15:52
*Santiago Zuñiga Ojeda, presidente de la Sociedad Ecuatoriana de Médicos Posgradistas

Estamos frente a la peor crisis de nuestra época. Hablarán de la peste, la gripe española, el Ébola y el SARS. Ciertas guerras también aparecerán en la discusión, pero esto que estamos viviendo merece su lugar porque se lo ganó a pulso, o se lo regalamos con el nuestro —el mismo latido de esa perseverante y necia resistencia a quedarnos en casa—. Quién sabe, quizás ni siquiera la muerte nos cambie. En este punto hay tanto dolor e impotencia que no sé qué más se necesite para que este país responda y deje atrás su insistente búsqueda de hundirse en más horror.

Fuimos, somos y seremos por algunos años más (varios más) un país tercermundista, y aunque no es nuevo lo que digo, lo hago con pesar. No es grato, pero es la verdad. Al igual que nuestro país, su sistema de salud también es tercermundista y me duele el estómago cuando lo digo, pero es también una verdad. Sin un reglamento que lo rija de manera adecuada, que le brinde la Institucionalidad que este merece, pasarán más de 100 años y seguirá siendo un azar —un mapa para el tesoro de Alí Babá— y hoy no es la excepción.

Teníamos problemas previos, y son serios. Podemos empezar por el porcentaje del PIB que como país destinamos a salud (que en la actualidad no llega ni a los 6 puntos).  Procesos paupérrimos de contratación, salarios que no son acordes al trabajo realizado, persecución política y legal a los profesionales de la salud, falta de creación de un Sistema Único de Posgrados, escasez de insumos, equipo caduco, nulo estímulo a la calidad y producción del personal sanitario (pasajes de un soñador en nuestro servicio público) y la mancha negra y expansiva de una corrupción galopante que tiene sus cimientos fundidos en las mismas bases del sistema. En fin, una larga lista por analizar.

Pero esto, en este momento, no es lo esencial. Se necesita un largo proceso de evaluación, recambio generacional y político para que nuestro país perciba y sienta un cambio. Es el ahora, este momento lleno de desesperación e incertidumbre el que nos debe preocupar. Pero ya, de manera urgente, no para mañana. Esto ya no resiste un “aguanta paro ñaño”, necesitamos de todos y es ahí donde aún no terminamos de entender la escena.

Esta nación ha sufrido más de una vez, ya sea por natura o la politeia, al menos eso es lo que sabemos, lo que queremos entender y aceptar. La primera, incontrolable como lo es, no acepta análisis frente a su ímpetu. Si decide moverse se mueve y si la lastimamos, nos lo hace saber; la segunda, en su desastre presente, pasado y futuro para nuestro país, es modificable, perfectible, reductible y abominable en algunos de sus pasajes. Lo satírico del asunto es que en países como el nuestro es más necesaria que la misma madre naturaleza, al menos eso dicen nuestras leyes y presupuestos.

Esta vez madre natura —llámese él o ella, dependiendo de su nivel de tolerancia—, tal vez nos quiere decir algo. Quizás nos está tratando de hacer entender que necesita un descanso y no solo de nosotros, de nuestro número, nuestro actuar, nuestro consumo absurdo y algunas veces innecesario; sino que al parecer busca remover algo más. Alborotarnos de tal manera que en nuestra desesperación encontremos algo, eso que en más de uno sabemos que simplemente se esfumó. ¿Pero qué es? No lo sé, porque creo que yo también lo perdí aunque sé que en algún lado está. Cuando veo a mis hijos o a alguien pidiendo ayuda, sé que ahí está pese a que rápidamente se vaya cuando vuelvo al mundo cruel, competitivo. Ese mundo del “sea como sea y cueste lo que cueste”, frio y real. Sí, ese que mundo que llamamos realidad, la que vivimos y aceptamos con un falso baño de moral, criticando, persiguiendo, ocultando, engañando y escupiendo encima de todo lo que no está en nuestra línea de pensamiento.

Días atrás leía cómo sendos profesionales se tomaban la honra de un profesional médico al catalogarlo de incompetente —algunos de ellos sin jamás haberlo conocido—. Se repite la historia de siempre. Primero escupo y luego pido perdón. Es más fácil y está más de moda. Sin darnos cuenta permitimos que la idiotez opaque a la decencia, y dejamos que la  falta de perseverancia y experiencia se curen con unos cuantos “likes”. Me atrevo a afirmar que más de uno estamos hartos, podridos hasta el hastío, de ver cómo estamos dejando que el mundo que heredarán nuestros hijos se vaya por un tubo comprado con sobreprecio o sobrecosto —póngale usted el sustantivo de su preferencia—, y tengo fe de que este es un buen momento para proponernos encontrar eso que perdimos.

Empecemos a buscarlo, porque el encierro no durara para toda la vida. Hagamos que el tiempo que estamos entregando en estos días valga cada segundo, para nosotros mismos, para los nuestros y los que no los son. Que nos permita entender en este momento lo cercanos que somos, que como un organismo que brotó a 16.213 km de nuestro país nos recuerde la conexión que tenemos y la forma en que nuestras acciones personales pueden llegar a poner en riesgo la vida de cada ser de este planeta. 

Busquémoslo, empecemos YA.

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