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Ecuador: El país en el que la pandemia solo dejó cosas 'buenas'


Jueves, 05 de noviembre de 2020, a las 18:22
Santiago Zúñiga Ojeda, Medico Posgradista R3 - Cirugía Ortopédica y Traumatología

Desde aquel fatídico día 29 de febrero de 2020 han transcurrido 7 meses y 28 días al día 30 de octubre. Hemos pasado de todo: locura, soledad, aislamiento, dolor, pena y muerte; en fin, de todo. Pero desde hace varios meses atrás, en que la pandemia se ha ido transformando en nuestra forma de vida, hemos visto como un personaje parece vivir otra realidad. Una realidad única y particular donde ese listado de momentos complejos antes mencionado no hubiesen sucedido, en donde los médicos son culpables, el Ecuador es un ejemplo para el mundo y las leyes se entienden entre líneas, dependiendo el estado de ánimo del mismo personaje. 

Estamos frente a uno de los momentos más complejos y siniestros para los sistemas de salud en el mundo, con una cifra de fallecidos a nivel mundial de 1´175.614 y en el Ecuador 12.622 (fuente covid-19 tracker), y por si la cifra no le asusta solo imagine un poco menos de la mitad del aforo del estadio Olímpico Atahualpa con bolsas de cadáveres, eso tal vez lo haga reflexionar.

Pero pese a esto, nuestro país tiene un personaje extraño, por momentos pintoresco, otras veces despistado y otras más “descontextualizado” como él mismo lo sostiene. Este personaje habla de cifras que son la envidia de la región, de médicos que llevaron “sin mala intención” el coronavirus a los hospitales y de un sistema de salud que está listo y dispuesto para una segunda oleada.

Siguiendo por este camino del análisis de este personaje, nos quedamos con lo bueno de la pandemia, con el aprendizaje -súmenle un profundo sarcasmo- de lo que debemos aprender como país de los errores del pasado. En ese país vive esta persona, sacando lo bueno constantemente de sus experiencias y de lo entretenido que fue ser Ministro, porque con esta última perla de declaración ubicando a los médicos y personal sanitario de este país como los culpables de haber llevado el virus a los hospitales, sin mala intención claro está,  ha dejado ver que su capacidad y análisis están fuera de sí, no engranan con el momento y semejante comentario tiene que ser objeto no solo de desprecio, sino de un análisis de un profesional del área de las patologías mentales y psico-emocionales de manera urgente.

Este país no estuvo listo para semejante situación, ¡el mundo no lo estuvo!, peor aún un sistema de salud como el nuestro con todas sus deficiencias. Esto exigía ubicar al frente del Ministerio de Salud a una persona clara, alineada con su gente, respetuosa de su gremio, que logre con este último, arrimar el hombro en una dirección y no en la que nos encontramos ahora, cuando teniendo una Ley de por medio, sigamos mendigando porque ésta se cumpla, para en algo resarcir el dolor de tantas familias que tuvieron que ver como a los suyos que los llamaron héroes, si, esos mismos, los que tuvieron que comprar sus mascarillas, trajes, visores y equipo al 200 o 300 por ciento más de su valor para no sucumbir frente al virus, mismos que, teniendo un contrato se les pagó 10 meses tarde y ahora se les dice “haga lo que le digo o lárguese”, como lo lee, son los mismos y muchos más a los que se les obligó a cubrir las deficiencias del sistema y que hoy tienen que seguir viendo como las autoridades deciden qué hacer con su futuro.

Ya tuvimos suficiente, no nos merecíamos un dolor tan grande, pero juntos hemos demostrado que podemos salir adelante y lo haremos las veces que sea necesario; pero lo que sí tenemos claro, es que no nos merecemos tener un ministro de Salud como el que tenemos, no es correcto que se siga ensuciando la honra del personal de salud,  y peor aún, que alguien que se supone era un colega insulte la memoria de quienes dejaron su vida en el camino de este infierno.

Adiós señor Zevallos, suerte en su camino, que su aventura en el intento por ser Ministro le haya dejado “muchas experiencias positivas”, como sus cifras, esas que nos decía día a día, de las que tan orgulloso se sentía. Ojalá y el orgullo sea suficiente recompensa.

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