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Medicina 3.0
Salud en terapia intensiva


Jueves, 12 de enero de 2017, a las 16:13
* Dr. David Cabrera Vásconez, especialista en Administración de Salud y Seguros

No se puede negar que en los últimos diez años ha existido una amplia inversión en infraestructura en varios sectores incluidos el de la salud.  Se han construido clínicas y hospitales en varias ciudades del Ecuador.

El problema de la salud como tal no es la infraestructura en sí misma, sino cómo se ha creado la estrategia de salud, su planificación y ejecución durante esta década.

De acuerdo a datos de 2016 del INEC el número de médicos creció en 135 por ciento desde 2005, año en que se pasó de 12.492 médicos a 29.374 en el 2015.  La tasa de médicos en ese mismo periodo pasó de 9.1 a 18.04 por 10.000 habitantes.  El crecimiento de instituciones de salud subió en 4,3 por ciento pero el dato interesante es que si bien a nivel púbico se creció en 9.5 por ciento en el sector privado decreció en 16 por ciento.

En un sistema de salud es necesaria la convivencia de instituciones públicas y privadas, ya que los mecanismos de pago y pagadores privados siempre buscarán proveedores de salud privados para generar una atención diferenciada en sus afiliados.

Al decrecer las instituciones de salud privadas, los médicos generales y especialistas se han concentrado en un mercado cuya tendencia es orientativa hacia un sistema público, con especializaciones que apuntan en la mayor parte a la atención primaria y con mecanismos de inversión diferentes a los de la industria de la salud privada.

Los posgrados aún son escasos a pesar de que hay alrededor de 18 convenios con universidades y el MSP para formación de especialistas, pero la demanda por especialidades supera aun la oferta.

Existe un exceso de concentración de médicos especialistas y tecnología médica en ciudades como Quito, Guayaquil o Cuenca, pero se ha descuidado profundamente a las provincias en las que se prefiere desarrollar programas basados en la atención primaria de salud y referencia – contrarreferencia de pacientes de complejidad y alta complejidad a las ciudades “grandes” porque es evidente que el nivel diagnóstico y de especialidades no puede resolver los problemas de esas zonas demográficas.

El gasto que provoca la falta de atención (porque no todo el mundo quiere resolver sus problemas de salud en ciudades grandes) es incluso más alto que la resolución del problema como tal.

La prevención a nivel público y privado sigue siendo aún incipiente al punto que por ejemplo el sector público se concentra en programas para diabéticos e hipertensos, pero no existen programas de amplia difusión y ataque a las causas raíz de esas patologías.  El sector financiador privado (aseguradoras y empresas de medicina prepagada) aun prefiere incorporar clientes a carteras de pólizas oncológicas, pero cuando se revisa los planes preventivos de cáncer las mismas no existen en algunas empresas y en las que lo tienen, están orientadas a realizar “exámenes de control” de detección de cáncer y no gestionan los detonantes de esa patología como el sedentarismo, el tabaquismo y otros hábitos que generan conductas de riesgo.

En materia de control de enfermedades metabólicas el sector público y privado queda con alta deuda.  El público tiene programas de “control” para pacientes diabéticos e hipertensos, se forman clubes y luego se lleva observación de esos pacientes; el sector privado lo hace en menor medida porque principalmente lo ve como un gasto y paga las atenciones de ese tipo de pacientes y patologías. 

¿Sabe usted cuánto paga una empresa de medicina prepagada al año sólo en medicamentos para diabéticos e hipertensos? La cifra es altísima y al no haber sido publicada es obviamente confidencial. El problema en este punto no es que los gerentes de esas compañías desconozcan el monto, el problema real es que lo conocen pero hacen poco o nada en reinventar la fórmula del negocio para evitar que gente de sus carteras sanas –sin patología-, enferme (mediano y largo plazo) y que la gente enferma no tenga complicaciones (corto y mediano plazo).  En parte es por el mismo sistema de “pago por servicio” o “pago por evento” en el que estamos inmersos desde hace muchos años que he mencionado en artículos anteriores y en otra parte, porque en el país nunca existió la orientación estratégica de que la prevención y promoción de salud puede generar modelos de negocio con mayor utilidad sean estos públicos o privados.

Si analizamos estas y otras variables de nuestro sistema (cambio demográfico, indicadores de muerte materna, programa de inmunizaciones, programa de VIH, programa de enfermedades catastróficas, tecnología para diagnóstico, disponibilidad de medicamentos de marca y genéricos, etcétera) podríamos ver que la salud ha entrado silenciosamente en terapia intensiva y si hacemos la analogía con un paciente podríamos decir que existe una falla multiorgánica que ya está dando sintomatología y que requiere atención urgente y en varios casos invasiva.

En esta época de elecciones poco se ha escuchado a los candidatos presidenciales hablar de estos temas, probablemente porque no están bien asesorados (o no están asesorados en materia sanitaria) o tal vez porque en el fervor de la campaña se les olvidó que la salud al igual que la educación son componentes fundamentales del crecimiento a largo plazo de un país y de su sociedad como se la conoce.
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