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NUEVO ESTUDIO
El confinamiento por COVID-19 profundizó la brecha de salud entre mujeres y hombres en Ecuador
Generó un impacto diferencial más acentuado en la salud mental y la salud autopercibida de las mujeres
Jueves, 09 de marzo de 2023, a las 11:22
Andrs Peralta, Ana Luca Torres e Ivn Dueas Espn, del ISP-PUCE.

Andrés Peralta, Ana Lucía Torres e Iván Dueñas Espín, del ISP-PUCE.


Redacción. Quito
Investigadores de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (PUCE), en conjunto con investigadores de otras universidades e instituciones internacionales, han demostrado que tanto la salud mental como la salud autopercibida se han afectado en mayor grado en mujeres durante el confinamiento por la pandemia de COVID-19 en Ecuador.

Para poder estudiar aquellos impactos de la pandemia y el confinamiento en la salud, se ha ensamblado un consorcio internacional liderado por Constanza Jacques Aviñó del Institut Universitari d’Investigació en Atenció Primària (IDIAPJGol) en Barcelona, con investigadoras e investigadores de España, México, Perú, Chile, Brasil y Ecuador.

En el país, el Instituto de Salud Pública (ISP) de la PUCE coordinó una investigación para examinar la asociación entre el estado de salud autoinformado y sus factores asociados durante el confinamiento por COVID-19, cuyos resultados acaban de ser publicados en la revista PLOS ONE.

“Los principales hallazgos de este estudio fueron que, el ser mujer, el percibir las condiciones de vivienda como inadecuadas para hacer frente al encierro, el vivir con personas que requieren cuidados, el percibir dificultades extremas para hacer frente tanto a las exigencias laborales como a las tareas del hogar, tener antecedentes de infección por COVID-19 o la presencia de enfermedades crónicas y manifestar síntomas depresivos se asoció con un peor estado de salud autoinformado, en comparación a sus contrapartes”, ha manifestado Iván Dueñas Espín, autor del estudio.

A nivel mundial, las niñas, niños, mujeres, adultos mayores y personas en situación de vulnerabilidad han sufrido el mayor embate en su salud mental y física, por parte de la pandemia de COVID-19 y el confinamiento. En el Ecuador esta realidad también ocurrió, así se ha determinado en este estudio.   
 
Los confinamientos han provocado una alta incidencia de ansiedad, depresión, trastorno de estrés postraumático, angustia psicológica y otros tipos de estrés, en la población general, afectando de mayor manera a las poblaciones más vulnerabilizadas.

En abril de 2020, la situación que vivía Ecuador llamó la atención del mundo debido a las perturbadoras imágenes de cadáveres amontonados en las calles de Guayaquil. En el mismo año, el 24 por ciento de la población urbana y el 49 por ciento de la población rural vivían por debajo de la línea de pobreza. Por otra parte, solo aproximadamente el 30 por ciento de la población económicamente activa tenía un empleo adecuado, menos del 60 por ciento de los hogares rurales tenía acceso a Internet y menos del 20 por ciento poseía una computadora, dificultando así, el acceso a la teleducación y teletrabajo.

Entonces, “aplicamos una encuesta transversal online en plena etapa de confinamiento en el año 2020 a 1.801 mujeres y 1.123 hombres adultos que vivían en Ecuador con el fin de evaluar el impacto social y en salud del confinamiento. Dichas repercusiones se evidenciaron estratificadas entre hombres y mujeres con el fin de identificar las desigualdades de género en salud asociadas a las condiciones de trabajo, vivienda y hogar, uso del tiempo, el sistema sanitario, etc.”, ha explicado Andrés Peralta, investigador del proyecto.

Por su parte, Ana Lucía Torres, autora del artículo y directora del ISP-PUCE, ha comentado que “las brechas de género alrededor de las actividades del cuidado que se complejizaron durante el confinamiento ayuda a explicar el impacto acentuado de tales factores en el estado de salud auto informado de la población ecuatoriana… Además, el porcentaje de autopercepción de salud mala o regular fue del 16 por ciento, siendo mayor entre las mujeres (17 por ciento) que entre los hombres (12 por ciento)”.

En ese sentido, en el estudio se ha determinado que hubo importantes diferencias de género en cuanto a depresión y ansiedad. Específicamente, se ha encontrado que el 38 por ciento de las mujeres y el 29 por ciento de los hombres reportaron ansiedad de moderada a severa, y niveles de depresión de moderados a severos fueron reportados en el 35 por ciento de las mujeres y el 26 por ciento de los hombres. Esto ha evidenciado el impacto diferencial más acentuado en mujeres, derivado de las amplias desigualdades de género existente en la sociedad ecuatoriana.

Estos datos llaman la atención porque son superiores a los resultados hallazgos en un estudio similar, realizado en el marco del mismo proyecto en España, donde se ha encontrado que el 31 por ciento de las mujeres y el 18 por ciento de los hombres reportaron ansiedad de moderada a severa, y niveles de depresión de moderados a severos en el 29 por ciento de las mujeres y el 17 por ciento de los hombres.

“La continua desigualdad de género en las divisiones del trabajo de cuidados no remunerado durante el confinamiento pone a las mujeres en un mayor riesgo de angustia psicológica, que es consecuencia de las desigualdades en uso del tiempo, trabajo remunerado y no remunerado, acceso a recursos materiales a que las profesiones y oficios de cuidado (enfermeras, maestras parvularias, limpieza, alimentación etc.) son altamente feminizadas”, ha mencionado la directora del ISP-PUCE.

Al respecto, el Instituto de Salud Pública de la PUCE ha realizado un serio cuestionamiento al Sistema de Protección Social ecuatoriano y su gestión de la emergencia sanitaria y social generada por la pandemia. En específico, la falta de respuesta a las emergencias, el colapso sanitario, la falta de apoyos sociales y económicos a la población, junto con la falta de espacios de apoyo psicosocial para los profesionales de primera línea y población afectada, hacen pensar en la necesidad de políticas públicas que armonicen el espacio laboral y doméstico; con una redistribución del uso del tiempo entre hombres y mujeres, equiparación salarial y reconocimiento social / oferta estatal de servicios de cuidados.
 
Los impactos generados por la pandemia y el confinamiento en la salud autopercibida y mental, y las gigantescas desigualdades sociales evidenciadas por género en este estudio, obligan a repensar la salud pública desde la intersectorialidad, fortaleciendo a la par la política social, han concluido los investigadores.



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