ESTUDIOS EN ECUADOR
¿Realmente el tiempo de llegada al hospital influye en el pronóstico del trauma craneoencefálico?
El simple hecho de llegar rápido al hospital no garantiza supervivencia
María Inés Egas, Fabricio González y Julio Quispe
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Redacción. Quito
La atención oportuna a pacientes con
trauma craneoencefálico y las demoras en la atención son un factor que impacta en la mortalidad y discapacidad de los pacientes según dos estudios realizados en Ecuador.
María Inés Egas neurocirujana del Hospital Carlos Andrade Marín (HCAM) junto al neurocirujano
Julio Quispe Alcocer, de la Universidad San Francisco de Quito (USFQ) y el docente investigador
Fabricio González Andrade, de la Universidad Tecnológica Indoamérica y Universidad Central del Ecuador, han publicado en este año dos estudios que analizan la “hora dorada”.
Las investigaciones han roto una creencia tradicional en
medicina de emergencia y determinaron que no se
garantiza la supervivencia de un paciente con trauma craneoencefálico con el simple hecho de
llegar rápido al hospital.
Según el estudio “Time-to-treatment in Traumatic Brain Injury: Unraveling the Impact of Early Surgical Intervention on Patient Outcomes”, que analizó cómo el tiempo de llegada al hospital influyó en el pronóstico de 373 pacientes con
traumatismo craneoencefálico (TCE) ha determinado que la
severidad neurológica inicial, la calidad de la atención prehospitalaria y la oportunidad de la cirugía son factores más determinantes.
En ese sentido, el estudio ha cuestionado la aplicación estricta del principio de la
“hora dorada” en contextos con recursos limitados y ha planteado como conclusión que es más importante ser bien atendido que llegar rápido.
Los investigadores han recomendado
fortalecer los sistemas de respuesta prehospitalaria y agilizar las cirugías hospitalarias como estrategias más efectivas para salvar vidas y reducir las secuelas. “El tratamiento correcto, en el momento adecuado, puede marcar la diferencia entre una discapacidad y la recuperación”, ha señalado
Egas Terán.
Por otro lado, el estudio, “Impact of Delayed Trauma Unit Admission on Mortality and Disability in Traumatic Brain Injury Patients”, se complementa con el anterior al analizar cómo las
demoras en el ingreso a
unidades especializadas de trauma afectan los
resultados clínicos.
Éste ha concluido que cada hora de retraso en recibir atención especializada disminuye las probabilidades de supervivencia y
aumenta las complicaciones.
El equipo ha identificado que la falta de protocolos de referencia eficientes y la saturación hospitalaria son las principales causas del problema. La investigación ha propuesto una
reestructuración urgente del sistema de emergencias y mejor coordinación entre hospitales para reducir las demoras críticas.
Un problema que agrava la desigualdad social
A decir de González, “ambos estudios coinciden en un diagnóstico contundente: las demoras en la atención del trauma tienen un
profundo impacto social. La falta de respuesta oportuna y coordinada genera mayores niveles de discapacidad, pérdida de productividad laboral y sobrecarga económica y emocional en las familias”.
Las dos investigaciones han analizado el mismo problema desde ángulos distintos han advertido que las víctimas, en su mayoría jóvenes en edad productiva, enfrentan
secuelas neurológicas y físicas que limitan su independencia. Las familias, por su parte, asumen los costos de cuidados prolongados y pérdida de ingresos. Este fenómeno incrementa
los gastos públicos en salud y agrava las desigualdades sociales, sobre todo en zonas rurales donde el acceso a atención especializada es más limitado.
González ha recalcado que ambos estudios dejan un mensaje claro: el trauma no es solo un problema clínico, sino una
deuda de salud pública. Mejorar la atención de emergencia, fortalecer los sistemas de referencia y capacitar al personal prehospitalario son pasos esenciales para salvar vidas y reducir las brechas sociales.
El equipo de investigadores ha dejado como conclusión que “mejorar la respuesta del sistema de salud ante el trauma no solo salva vidas, sino que reduce la pobreza, la desigualdad y la
carga social derivada de la discapacidad postraumática”.