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Enfoque Científico
Marihuana contra el cáncer: un remedio condenado por tabúes


Martes, 12 de junio de 2018, a las 16:09
*Santiago Guerrero investigador del Centro de Investigación de Genética y Genómica (UTE)

La marihuana, clasificada por Carl Linnaeus como Cannabis sativa en 1753, lleva usándose como planta medicinal desde hace al menos 3000 años, según los registros históricos. Esto ha dado lugar a varias investigaciones fundamentales y clínicas que estudian los efectos de sus componentes activos, llamados cannabinoides. Es sabido que algunos enfermos de cáncer hacen uso del cannabis para combatir ciertos efectos secundarios de la enfermedad, pero no solamente es útil para aliviar dichos efectos: los cannabinoides también pueden ayudar a tratar la propia enfermedad. Sin embargo, las investigaciones sobre sus aplicaciones no se conocen muy bien: ¿qué sabemos realmente sobre este asunto?, ¿qué se ha podido demostrar a día de hoy para la toma de decisiones en el uso del cannabis?

Un paciente con cáncer que recibe quimioterapia suele sufrir náuseas, vómitos incesantes y pérdida de apetito, lo que puede causar serias complicaciones a posteriori. Estos efectos secundarios pueden verse reducidos con la ayuda de la marihuana, que alivia el dolor, disminuye las náuseas y estimula el apetito; existen incluso algunos medicamentos cannabinoides aprobados por la Administración de Alimentos y Medicamentos de EE.UU con el mismo propósito. Los pacientes bajo tratamiento químico también sufren dolores de cabeza, molestias musculares, dolor estomacal y daños derivados del sistema nervioso, como dolores punzantes o entumecimiento. No hay duda de que existen evidencias científicas contundentes de que la marihuana es beneficiosa para tratar dicha sintomatología.

Un estudio publicado en la revista Urology, que llevó a cabo un seguimiento en más de 84.000 hombres durante 16 años, concluyó que el cáncer de vejiga es un 45 por ciento más bajo en los consumidores de cannabis. Otro trabajo, publicado en el Journal of the American Medical Association demostró, tras un estudio en más de 5000 personas durante 20 años, que el Cannabis no ocasiona daños en la función pulmonar, al contrario que el tabaco. Esto último, por lo tanto, contradice a esa preocupación constante de que la marihuana pueda tener efectos adversos en los pulmones debido a que su humo contiene sustancias similares a las del tabaco.

Los estudios de laboratorio en líneas celulares humanas y modelos animales son prometedores y muestran que los cannabinoides podrían usarse incluso como tratamiento anticancerígeno. En pruebas con ratones, se ha observado que los cannabinoides poseen propiedades antitumorales, ya que bloquean el desarrollo de vasos sanguíneos, necesarios para el crecimiento del tumor. Otro estudio, de nuevo en modelos animales, señaló que el cannabinoide delta-9-THC es capaz de dañar o destruir células de cáncer de hígado. En estudios sobre el cáncer de mama, se demostró que el cannabionoide CBD induce la muerte de las células cancerosas y que, además, tiene un efecto mínimo en las células sanas; por si fuera poco, se descubrió que, gracias a este cannabinoide, las células culpables del cáncer de mama perdían facultades para extenderse por los tejidos y causar metástasis. Sin embargo, estas hipótesis deben ir más allá de la experimentación en animales y pasar a realizarse en humanos.

Mientras que algunos países han legalizado incluso el uso recreacional de esta planta, en Ecuador todavía se sigue debatiendo su uso medicinal. Este debate y sus subsecuentes decisiones legislativas deberían basarse en hechos científicos como los expuestos anteriormente. El poder legislativo de nuestro país tiene que estar asesorado por la comunidad científica ecuatoriana y no por individuos que alimentan creencias pseudocientíficas motivadas por uno de los tabúes más incrustados en nuestra sociedad.
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